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viernes, 22 de abril de 2011
miércoles, 13 de abril de 2011
La jugada número 1 de la noche NBA...
lunes, 11 de abril de 2011
La amargura del "Instant Replay"
viernes, 8 de abril de 2011
Arbitrajes en la ACB (edición impresa del MARCA)
lunes, 4 de abril de 2011
Historias desde ambos lados...
Hoy en "El Blog de un arbitro" le damos tribuna a Alberto Sanchez (@albertosanc22) jugador y árbitro que nos cuenta sus impresiones desde las dos posiciones...
El sábado pasado arbitré a los benjamines de mi club en un partido de liga, ya que en Cantabria solo mandan árbitros federados muy de vez en cuando fuera de Santander y Torrelavega.
Nuestro equipo era muy superior, ya que en el segundo cuarto (de los 6 que se juegan en partidos de esta categoría) ganaba por más de 25 puntos. Hasta ese momento, mi arbitraje fue totalmente imparcial, perdonando los típicos errores que se perdonan en un partido de esta categoría (pasos de salida o al pivotar, …). En ese momento, decidí desequilibrar también el arbitraje, siendo más duro e inflexible con los míos, para que pudieran aprender más y mejor a adaptarse a las normas reales de este deporte. El resultado siguió abriéndose de manera abultada, aunque a un ritmo mucho menor.
Al terminar el partido, saliendo del polideportivo, una madre de uno de los jugadores rivales se dirigió a mí, con estas palabras:
“Enhorabuena. Me ha parecido que además de pitar imparcial, cosa que no pasa siempre, el explicarle a cada niño las jugadas que les pitabas ha estado correctísimo”.
Le agradecí sus palabras, ya que las personas que arbitran no están acostumbradas a muchos elogios, y replicándole que esta edad (7-9 años) es el momento de que aprendan las reglas de este deporte, a la vez que disfrutan de ello, ya que si se es muy riguroso con ellos, les parecerá algo aburrido, con tanto parón, y no de competir, de lo que ya tendrán tiempo en un futuro.
Hasta ahí lo bueno.
El viernes jugamos un partido de fase final, en el que nos bastaba con ganar para entrar en la final de liga.
En un momento del partido, un jugador rival hizo una entrada, y en el choque, el defensor cayó al suelo. El jugador anotó y se tropezó con el hombre que estaba en el suelo. En ese momento, el árbitro pita falta del jugador que estaba en el suelo, ante el asombro de todos. Nuestro entrenador, como es normal se quejó (una queja airada pero no desmesurada) ante lo que recibió dos técnicas y la consiguiente descalificación.
Siguió el juego y un rival, encerrado en la esquina, golpeó con el codo a nuestro base en la boca, y este cayó al suelo. Desde el suelo dijó: “Me cago en Dios”. Esto propició una técnica. El base rival comentó algo (no estaba en pista en ese momento y no lo oí), a lo que nuestro compañero reaccionó yéndose a por él, y siendo detenido por otro jugador. Fue descalificado correctamente, después de amenazar al rival.
La tónica del partido siguió así, con faltas aparte de visibles, audibles desde los banquillos que ninguno de los árbitros sancionaba (en ninguno de los dos lados de la cancha).
Al final del partido, jugando ya únicamente por el average (+13), la mesa dejó correr alrededor de 3 o 4 segundos habiéndose parado la jugada. Las reclamaciones nuestras se saldaron con otra técnica que nos despedía ya del average, todo esto a falta de 0.9 segundos para acabar. No quiero comentar nada acerca del entrenador suyo que, después de los tiros libres (+18 para su equipo) pidió tiempo muerto.
Al concluir el partido, me dirigí a los colegiados diciéndoles que su arbitraje había sido lamentable. Uno de ellos me dijo que yo no podía opinar nada sobre el arbitraje a lo que mi réplica fue:
“Cuando yo hago 0/10 en tiros, se que algo he hecho mal. Cuando tu pitas como hoy, espero que llegues a casa con la idea de que algo has hecho mal, porque es muy fácil evitar la opinión de un jugador con un silbato en la boca”.
Espero que esté pensando.